Cómo vivir con mi diagnóstico de LMC
Vivir con LMC puede ser un camino desafiante. Después de recibir el diagnóstico de LMC, es normal sentirse abrumado y preocupado, ya que la enfermedad y su tratamiento se vuelven una parte constante de la vida. Aunque los tratamientos actuales permiten a muchos llevar una vida relativamente normal, la ansiedad y las preocupaciones pueden persistir1.
Emocionalmente, el diagnóstico de LMC puede provocar una lluvia de sentimientos, incluyendo ansiedad, tristeza y enojo. Es importante recordar que estos sentimientos son normales y que la esperanza y la determinación son fundamentales para afrontar la enfermedad. La mayoría de los pacientes con LMC tienen una expectativa de vida similar a la población general1,2.
Decidir cuándo y cómo compartir tu diagnóstico con otros es una decisión personal; tómate tu tiempo para procesar la noticia antes de compartirla con tus seres queridos. Sin embargo, es crucial involucrar a tu familia y pareja desde el principio, manteniendo una comunicación abierta para crear un espacio de comprensión y apoyo mutuo. Hablar sobre lo que están experimentando, tanto tú como paciente, y ellos como seres queridos preocupados por ti, puede ser de gran ayuda. Si lo consideras necesario, también puedes buscar apoyo fuera de tu círculo cercano, como grupos de apoyo, líneas de ayuda o comunidades en línea1,2.
La LMC también puede provocar cambios en el bienestar físico, como la pérdida de interés sexual y cambios en la libido 2. Además, el tratamiento y la enfermedad pueden ocasionar síntomas físicos como dolor y fatiga, lo que puede afectar significativamente las relaciones personales y tu autoestima. Comunicar estos cambios y emociones con tu equipo médico y tu pareja es crucial para recibir el apoyo necesario1,2.
La LMC te puede generar estrés, por lo que aprender a manejarlo es clave para tu bienestar. Algunas formas de manejar el estrés incluyen ejercicios adaptados a tus necesidades físicas, prácticas de mindfulness y terapias complementarias que pueden ofrecer alivio y relajación. Además, mantener una dieta equilibrada y nutritiva es esencial para apoyar el tratamiento. Se recomienda seguir una alimentación balanceada, evitando dietas especiales a menos que sean recomendadas por un médico o nutricionista2.
