La esclerosis múltiple es una enfermedad crónica e impredecible del sistema nervioso central, donde el sistema inmunológico ataca por error al tejido sano, causando daños que afectan la transmisión de señales nerviosas entre el cerebro, la médula espinal y otras partes del cuerpo, lo que produce los síntomas de la esclerosis múltiple^1,2.

Los síntomas de la esclerosis múltiple son impredecibles y pueden variar en tipo y gravedad entre diferentes personas, e incluso dentro de la misma persona a lo largo del tiempo¹.Estos síntomas pueden desaparecer completamente o persistir y empeorar con el tiempo¹. Los síntomas tempranos más comunes incluyen: hormigueo, entumecimiento, pérdida del equilibrio, debilidad en una o más extremidades, visión borrosa o doble².

La esclerosis múltiple puede afectar a cualquier persona, pero es tres veces más común en mujeres que en hombres¹. Aunque solía creerse que la esclerosis múltiple afectaba principalmente a personas de ascendencia europea, investigaciones recientes muestran que también afecta a personas de raza negra y hay un aumento en la comunidad hispana/latina¹. De igual manera, los factores genéticos y ambientales (niveles bajos de vitamina D y tabaquismo) pueden aumentar el riesgo¹.

Aunque no existe un tratamiento que cure la esclerosis múltiple, sí es posible manejarla con medicamentos, que pueden reducir los daños en el sistema nervioso, disminuir las recaídas y retrasar la progresión de la enfermedad^1,2. De igual manera, una dieta sana, el ejercicio, no fumar, cuidados preventivos continuos y el control de otras enfermedades también pueden influir en la evolución de la esclerosis múltiple^1,2.

La mayoría de las personas con esclerosis múltiple puede moverse sin ayuda, pero a veces pueden requerir un bastón o andador para facilitar su movilidad^1,2. Alrededor del 25 % de las personas podrían llegar a necesitar una silla de ruedas^1,2.